27.6.08

Bitácora de un intruso.


Aburrido me encontraba un día paseando por el aire sin saber que hacer. De repente vi un lugar hermoso para entrar y divertirme.
Entré, el lugar era húmedo y espacioso, no me entretuve en la entrada, así que sin pereza me adentre hasta lo más recóndito de ese espacio creado especialmente para mí.
Me sentí tan a gusto que actúe de inmediato, me acomode contra una de sus paredes y sentí como comenzaba desprenderse de mí un gemelo. A su vez de él se desprendía otro y así durante un largo tiempo.
Nos esparcimos por todo el recinto sin importarnos la cortesía de ser un nuevo huésped, tomamos lo que queríamos y descargábamos nuestros desechos donde queríamos.
Al cabo de unas horas me di cuenta que se avecinaba una gran fiesta, todos estábamos descontrolados.
Después de un rato apareció la ley del lugar, un grupo de defensa que parecían jugadores de rugby venidos a menos, nos amenazaron e increparon a que abandonáramos el lugar.
En un principio temimos, luego nos dimos cuenta que no sería difícil derrotarlos, parecían débiles de otra pelea. Así que tomamos cartas en el asunto y comenzó la batalla. Fue sangrienta, mis otros yo lucharon con fuerza, claro esta que al irnos multiplicando teníamos cierta ventaja. Terminamos triunfando sobre ellos.
Nos adentramos más a dentro a ver que podíamos encontrar y destruir, íbamos unidos en una masa, no podíamos explicar el sentimiento de horda primitiva que nos manejaba, pero solo sentíamos ganas de destruir. Golpeamos y rompimos lo que pudimos. Parecíamos dispuestos a destruir ese espacio que tan bien nos había recibido.
Todo fue Hasta que una nueva oleada de defensas llegaron a frenarnos.
Esta vez la batalla fue pareja, duro 48 y el ejército contrario triunfo.
Ahora, muerto, me doy cuenta el mal que hice, pero si pudiera vivir de nuevo haría todo igual otra vez.


PD: Por si no se entendió, una faringitis virósica me fulminó el miércoles. ¿Hoy viernes? Un poco mejor gracias.

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